Naturaleza y salud
Uno de los más prestigiosos médicos naturistas alemanes, el doctor Ernst Meyer-Camberg, escribió hace unos años al tratar de la medicina naturista que «sus principios fundamentales proceden de la observación y de la experiencia emanadas de la naturaleza, puesto que el mantenimiento de un modo de vida y un orden naturales conserva la salud y no provoca trastornos, ni corporales ni síquicos».
Observación y experiencia. He aquí las dos palabras clave que resumen, como enseña la Farmacohistoria, el fundamento y el uso adecuado de las llamadas plantas medicinales. Indudablemente «el empirismo popular es el origen de todos los conocimientos que tenemos sobre las virtudes medicamentosas de las plantas». Como escribe el doctor Eduardo Moore en el prólogo al libro del salesiano Juan Zin, La Salud por medio de las Plantas Medicinales:
«Tratadas las enfermedades por medios químicos, extraídos en su inmensa mayoría de las plantas, lógico era suponer que aquellas de donde se extraen los principios medicamentosos, servirían, a su vez, para curar los males que la medicina ataca con dichos principios.
Como las plantas se encuentran en todas partes, en los campos y en los centros desprovistos de recursos médicos se puede echar mano de ellas por cualquier persona que aprenda a administrar los elementos vegetales más usados como medicamentos y en la forma y en la cantidad aconsejada por la tradición y por la experiencia de médicos y extraños. Además de ser baratas y al alcance de todos, las plantas son menos peligrosas».
Estos son testimonios de hoy, fruto de una larga historia de tradición, ciencia y superstición nacida con la humanidad misma, puesto que con ella también nació la enfermedad, el dolor y la muerte. Es casi seguro que los pueblos prehistóricos, por lo menos desde hace nada menos que 80.000 años, «tuvieron un conocimiento considerable de las plantas medicinales y que en todas las partes del mundo desarrollaron sistemas terapéuticos que combinaban elementos empíricos, racionales, religiosos y mágicos».
Desde aquel primer tratado médico-naturista, escrito en tablillas de arcilla en la vieja Mesopotamia, cuya acuñación se remonta al año 2100 a. de C. donde ya se habla de diversas plantas medicinales; pasando después por los estudios de hebreos, egipcios, griegos y árabes; y terminando con las modernas investigaciones de nuestros días, las plantas gozaron siempre de un especial protagonismo en la salud de las gentes.
Protagonismo de tradición y de ciencia que jamás debiera perderse por ser «tesoro inapreciable, riqueza positiva que, poseídos por la actual y venideras generaciones, necesariamente han de dar importancia y honra a un país».