Los piescos
El piescu, en Asturias, es el fruto de la pescal, árbol que corresponde al castellano melocotonero y que abarca tanto a los melocotones como a los duraznos, duraznillos, pavías, nectarinas, bruñones y paraguayos. Su nombre botánico es el de Prunus persica y quizá de ahí le venga el nombre de piescu con el que se le designa en nuestra región.
La pescal es árbol originario de China y según Plinio el apelativo de pérsica se tomó del rey Perseo, que mandó plantar estos árboles en Menfis. Antiguamente se pensaba que estos frutos eran tóxicos, «error común que viene de muy atrás escribió Feijoo en el siglo XVIII— creer que la manzana pérsica, que nosotros llamamos pérsico, es venenosa».
Sin embargo, algo hay de cierto en tal creencia: las semillas del melocotón (las almendras del interior de la pepita) suelen contener pequeñas cantidades de amigdalina, un glucósido que se descompone fácilmente originando ácido cianhídrico, terriblemente venenoso. Son muchos los que opinan que las pescales son melocotoneros asilvestrados. Nada más equivocado. Lo que realmente sucede es que, aceptando la falsa teoría de que estos árboles no se aclimatan bien en Asturias, los campesinos los dejan a su albedrío y, lógicamente, los frutos suelen ser pequeños y de mediana o baja calidad.
Los piescos se consumen en fresco, casi recién recolectados pues se deterioran enseguida; también se utilizan para la confección de dulces que, por ofrecer un cierto gusto ácido, no gozan de demasiada aceptación.