Aguardientes de sidra
Toda fruta que contenga azúcar puede originar aguardientes a partir de la destilación de sus mostos fermentados (vinos, sidras, etc.). La palabra aguardiente deriva del antiguo término aqua ardens con que los alquimistas designaban al alcohol etílico obtenido en la destilación del vino y que en Italia, por el aquel de darle más empaque a sus virtudes, llamaban cosolatio ultima corporis humani (consuelo último del cuerpo humano).
El aguardiente de sidra es, pues, el producto que se obtiene en la destilación de la sidra natural. El proceso tiene lugar en alambiques de cobre y debe ser realizado por gentes expertas que sepan seleccionar las fracciones del destilado —los centros— más adecuadas. Normalmente estos destilados envejecen un tiempo más o menos prudencial (siempre a criterio del elaborador) en barricas de roble.
Un buen aguardiente de sidra (mal llamado aguardiente de manzana) ha de proceder de sidras cuyas frutas base hayan sido de probada calidad y mezcladas en proporciones óptimas. Una buena mezcla debiera estar formada por un 40% de manzanas dulces, 40% de amargas y 20% de ácidas. La destilación puede realizarse en alambiques tipo charentés, o en los de primera tirada, de destilación continua o discontinua.
Un buen aguardiente de sidra ha de ser incoloro y en su aroma y sabor deben apreciarse las cualidades de la fruta base; la graduación alcohólica oscilará entre un 30 y un 40% en volumen aproximadamente y habrá de ofrecerse en envases adecuados que no le cedan materias solubles.